¡Juntas en nuestra diversidad hacemos la diferencia!

By The Rev. Ema Rosero-Nordalm

Eva TorresLa historia de Eva María Torres Herrera

Nací en la ciudad de México. Soy la segunda de tres hijos. Estoy casada. Tengo un solo hijo y soy abuela. Soy Licenciada en Administración de Empresas. Durante cinco años trabajé en mi profesión. Cuando nació mi hijo empecé a trabajar como maestra. Descubrí que educar es mi vocación y una de mis pasiones. Trabajé como maestra en la escuela secundaria, en la preparatoria y en la universidad. Tuve la oportunidad de trabajar en uno de los colegios más vanguardistas de mi país en cuanto a la educación. El Centro Universitario Doctor Emilio Cárdenas, me abrió un abanico de conocimientos, herramientas y posibilidades.

En el año 2005, mi esposo Octavio fue contratado por una firma de arquitectos del norte de Virginia. En julio de 2006 emigré a los Estados Unidos con mi hijo de doce años y dos maletas. En una iban mis libros y en la otra alguna ropa. Iba emocionada recordando que igual que yo, mi abuela paterna con sus tres hijos había emigrado a los Estados Unidos en 1913. Llegué a este país como dice la canción: “Con una maleta llena de sueños” y con las palabras de mi madre que me han acompañado siempre: “No olvides tus raíces ni tu origen”. En 2008 perdimos nuestro estatus migratorio tomando la decisión más fuerte de nuestras vidas y asumiendo lo que eso implicaba. Ahora puedo ver después de 12 años que Dios siempre tiene un plan para nosotros, que ese plan siempre es perfecto y que a través de ese plan Él nos va mostrando el camino que nos tiene destinado.

En el 2010 mi hijo vio esfumadas sus esperanzas del Dream Act que le permitiría estudiar en la universidad. El dolor, la incertidumbre de mi hijo me hizo empezar a involucrarme y a seguir a los “Dreamers”. Siempre he pensado que la educación nos abre las puertas en todos los niveles y nos permite mejores oportunidades económicas. Manteniendo la esperanza y la fe como toda madre lo hace, y transmitiendo esa confianza a nuestro hijo para lograr su sueño, él consiguió realizarlo. Actualmente es arquitecto egresado de la universidad Católica de América.

En 2013 empecé a participar a nivel nacional con el grupo de madres llamado DREAMers’MOMS. Formé el grupo de Virginia, Maryland y DC donde conocí a un grupo de mujeres y madres que admiro y respeto. Me identificaba con cada una de sus historias; con el dolor y el miedo que sentían de ser deportadas y separadas de sus familias. Al mismo tiempo me animaba su fuerza espiritual de luchar por una Reforma Migratoria acompañada de gran fe y confianza en Dios. Hoy cada uno de sus hijos e hijas pudieron estudiar y actualmente son egresados con carreras universitarias, maestrías y algunos iniciando el doctorado.

El mismo año conocí al Padre Daniel Vélez-Rivera de la Iglesia Episcopal San Gabriel en Leesburg, Virginia. Lo conocí en una Vigilia que se organizó afuera de las oficinas de uno de los Representantes del congreso, pidiéndole que apoyara la Reforma Migratoria. El Padre Daniel ha sido una de las personas más importantes en la historia de DREAMers’MOMS en Virginia y en mi historia personal. Su invitación a ofrecer talleres informativos a sus comunidades es como me acerqué nuevamente a mi fe y sobre todo a la Iglesia con la confianza de que era bienvenida.

Cuando no se tienen documentos, la persona no siente esa seguridad de pertenencia. Siempre hay un miedo inconsciente y una inseguridad y más, cuando “no has salido de las sombras” como decimos cuando se vive sin documentos, no se habla de la situación migratoria. Aunque sepas que tienes derechos siempre hay temor y más en estos momentos de odio, exclusión y racismo.

En 2015 ya participando activamente en la Iglesia San Gabriel, el Padre Daniel se enteró de que era maestra y que mi amiga inseparable Araceli Martínez también nos comentaba que en Leesburg había un número importante de latinos que no sabían leer ni escribir en español. Es en ese momento cuando esa maleta cargada de sueños que viajaron conmigo empezó a darle forma a “Educando con Amor”. Todo lo que había aprendido y las herramientas que había adquirido en México y con DREAMers’MOMS se podían utilizar para darle a nuestra comunidad las herramientas necesarias para desarrollar su liderazgo y las destrezas necesarias para desempeñarse en esta sociedad.

Se organizaron diferentes programas para el ministerio latino de la iglesia y para la comunidad latina del Condado de Loudoun. En este momento estamos en Denver Colorado y en Utah donde están participando mamás y niños. Nos guía el mensaje de la comunidad Episcopal: “Todos son bienvenidos”.

Las clases que ofrecemos para niños y niñas son clases donde enseñamos a leer y escribir en español y también destrezas de vida. Complementamos su educación abriendo el abanico de posibilidades a través de clases de Inteligencia Emocional, Gimnasia Cerebral, Ciencias Matemáticas, Arte y Liderazgo entre otros. De esta manera, les brindamos oportunidades que muchas veces no tienen debido a diversas situaciones. Y a los padres les ofrecemos clases de Inglés, clases de Computación. Durante estos meses de pandemia hemos iniciado talleres virtuales ofrecidos por una de nuestras maestras de ciencias: Cómo cuidarse durante esta Pandemia, Clases de Nutrición, Charlas comunitarias de regreso a clase y la Escuela para Padres.

Agradezco a cada una de las maestras voluntarias que se han unido a “Educando con Amor”. Aunque no todas asisten a nuestra congregación, ellas se sienten identificadas con el trabajo comunitario que ofrecemos. Durante esta pandemia ellas han sugerido muchas maneras de mantener el contacto con los niños y las familias de manera virtual. Estas familias también están recibiendo una despensa semanal proveniente del ministerio de Comida y Justicia Social de San Gabriel. A cada familia le llevamos esperanza y compartimos el pan.

Yo creo que un pueblo que adora ora, aprende, comparte el pan, comparte la vida, atiende a sus prójimos, es portador de buenas nuevas, busca justicia y descansa y crece en el espíritu dondequiera y de cualquier manera que se reúna. Que el Espíritu nos reúna para unirnos en la oración comunitaria y nos envíe a una misión común para el Pueblo de Dios.

La historia de Isamar Ortega

Llegar a USA desde Honduras hace 5 años, tal vez ha sido el reto más grande de mi vida. Yo me había prometido que, si me dejaban entrar para sentirme a salvo y con mi hija menor, sería una mujer independiente que ayudaría a la comunidad con todos mis valores morales, espirituales y las habilidades y destrezas que traía conmigo.

El día que fui puesta en libertad me dije: bueno aquí estoy y dispuesta a comenzar de cero. Llevaré a mi hija a la escuela, buscaré un trabajo, una iglesia, y voy a insertarme a este nuevo mundo con lo mejor de mí.

Uno de mis primeros fracasos fue cuando me dijeron que no podía manejar sin una licencia hasta que mi situación fuera diferente. Pasé más de un año a veces deprimida, ya que no podía hacer nada de lo que había imaginado. No tener una licencia de conducir me hacía dependiente de otras personas, me sentía inútil, me sentía que me habían cortado los pies, las alas. Con el paso del tiempo pude obtener una licencia de conducir y eso fue como si me hubieran devuelto mis alas, mis piernas para caminar.

Desde ese momento mi vida cambió. Comencé a realizar cada cosa que me propuse: encontré un trabajo, busqué una iglesia donde serví como catequista 2 años. Pero seguí buscando porque no todavía no me sentía realizada. Observaba todo y escuchaba a muchas personas decir: “Para que tú puedas adaptarte a este país tendrás que pasar 10 años viviendo aquí”. Me asustaba al escuchar eso y me decía: ¿por qué debo esperar 10 años, por qué no comenzar ahora?

En mi búsqueda pude ver un anuncio invitándonos a una reunión para luchar por las licencias de conducir para toda la comunidad inmigrante de Virginia. No podía creer lo que leía, pero mi alma me decía que debía ir. Sabía lo que era no tener una licencia de conducir y si podía luchar para que todos la tuviéramos ¡eso sería realmente asombroso! No pensaba en nada más que buscar esta oportunidad para todos.

Llegué a la reunión y me di cuenta de que era mi oportunidad de conocer a la Nueva Mayoría de Virginia. Me enteré de que es una organización que lucha por las comunidades inmigrantes, de color y LGTB, para que tengan mayores espacios de equidad, igualdad y justicia.

Me hice voluntaria al comienzo y gracias a mi pasión y perseverancia de luchar para cada persona en nuestras comunidades, me ofrecieron un trabajo como Organizadora Comunitaria. ¡No podía creer que me pagaran por hacer lo que más me gusta, que me pagaran por ayudar a la comunidad!

Me prometí empoderar a mi comunidad latina. Les ayudaría a encontrar las herramientas que necesitaran para vivir mejor. Que supieran que nadie está solo, que hay organizaciones que luchan día a día por nuestras necesidades y nuestros derechos. En mi trabajo escucho con atención y consigo lo que las personas necesiten, así sea una cita médica si están enfermas, o un abogado si tienen una cita en la corte de inmigración. El trabajo dedicado y constante para las tarjetas de privilegio de conducir y las licencias de conducir ha dado resultado. Se aprobó una ley que va a permitir a toda la comunidad inmigrante de Virginia obtener una licencia de conducir a partir de enero 2021.

En estos momentos de pandemia producida por el COVID-19, nos hemos reinventado. Sabemos que nuestra comunidad está sin trabajo y temen que los desalojen de sus casas, de sus apartamentos. Estamos luchando para que los programas de renta sean más accesibles para las personas y familias más vulnerables mientras dure la emergencia.

Conocí al Padre Daniel Vélez-Rivera en una reunión en la cual dábamos a conocer el trabajo que estamos haciendo con la comunidad inmigrante en el área. Allí escuché hablar sobre el trabajo de la Iglesia Episcopal con la comunidad y lo que él estaba haciendo. Entonces me dije: yo tengo que ir a esa iglesia que trabaja para la comunidad. Doy gracias al Padre y a la Iglesia San Gabriel por haberme abierto sus puertas y su corazón. La iglesia San Gabriel hace el trabajo que Dios quiere que hagamos: trabajar con la comunidad, con el más desposeído, con el más vulnerable de sus hijos.

Como madre y esposa y con mi esposo tenemos muchos quehaceres en el hogar, nos ayudamos en lo más posible para sentirnos bien. Mi hija Samara ha visto el trabajo en comunidad desde muy pequeña y ahora a sus 18 años está estudiando en la universidad y hace su voluntariado en la Loudoun Free Clinic. Su sueño es llegar a ser enfermera profesional y seguir ayudando a la comunidad.

Durante esta pandemia, mi esposo y yo tratamos de dedicar mucho de nuestro tiempo libre para servir a la comunidad.  Junto con nuestra diácona Holly y otras compañeras episcopales, hemos organizado llevar ayuda de víveres y otros artículos a las personas que lo necesitan. Toda la ayuda nos llega de feligreses de nuestra comunidad de fe y de otras congregaciones. ¡Recibimos abundancia y damos de nuestra abundancia!

Cuando pienso en el trabajo que Jesucristo Nuestro Señor hizo con las comunidades que encontraba en su camino, creo que Él fue el mejor organizador comunitario y nuestra inspiración para vernos y conocemos más de cerca nosotros mismos y a nuestro prójimo.

Seguiré luchando para que existan más espacios alternativos para la educación. Creo que una comunidad educada es una comunidad pensante y con más oportunidades para servir al mundo. Ojalá llegue el día donde podamos tener espacios de igualdad, equidad y justicia. En el Padre Nuestro escucho lo que Dios quiere que siempre hagamos todos los días para que el amor habite siempre en nosotros.

Paula CallaghanLa historia de Paula Callaghan

Soy Paula Callaghan (Paula Patricia Morato Parada). Soy boliviana. Nací en la ciudad de Oruro, el hermoso altiplano y crecí en el trópico de mi país, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Asistí al Colegio católico Cardenal Cushing como parte de mi formación escolar. Durante la secundaria participé activamente de un programa social liderado por las religiosas de mi escuela que consistía en capacitar en oficios útiles para la gente de escasos recursos. Educamos, ofrecimos clases de alfabetización y enseñamos habilidades básicas que ayudaran a salir adelante a personas que tuvieran limitaciones por no poder asistir a escuelas elementales y/o llevar a cabo estudios universitarios.

Participé activamente en el mundo de Rotaract Grigota y Santa Cruz de la Sierra Distrito 4690. Estos son clubes de servicio a la comunidad donde semanalmente teníamos que desarrollar y ejecutar proyectos de vivienda, comida y otros de acuerdo con la necesidad de cada villa. Fui escogida como líder representante de esta institución donde se aprende mucho del liderazgo del servicio y la ayuda social.

En cuanto a mis estudios universitarios en el año 1995 ingresé a la Universidad Nur en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra y me gradué como Licenciada con especialización en Relaciones Públicas.

En el transcurso de mis estudios universitarios pude aprender profundamente el trabajo en el área del capital social y humano que es tan importante para poder crear, desarrollar e implementar sistemas de envíos que sean válidos para las sociedades.

El año 2004 llegué a Estados Unidos. Soy mamá de dos varones. Tuve el privilegio de ser ama de casa por doce años mientras el papá de mis hijos salía a trabajar. Pasado ese tiempo quise volver a las etapas de la universidad y de las tesis que había desarrollado para obtener mi licenciatura y salí a explorar el mercado. Encontré una mamá líder en Leesburg, Virginia, la ciudad y el estado donde vivo. Con ella, con la Sra. Fuentes pude llegar a conocer las necesidades de la comunidad, cómo viven, qué desafíos tienen como padres viviendo en una cultura diferente a la nuestra, cómo crían a sus hijos y a sus hijas, qué les falta en cuanto a su educación. De esta manera me involucré y siempre quise establecer una escuela de padres.

Con la llegada del COVID19 y siendo trabajadora esencial de primera línea para el Sistema de Salud Pública me he dado cuenta de cuánta falta de atención médica necesitaban nuestra comunidad latina. Actualmente trabajo para la Clínica gratuita del Condado de Loudoun, uno de los condados más ricos de esta nación. Yo estoy a cargo de la elegibilidad y del programa de alcance en una de nuestras campañas de reclutamiento de nuevos pacientes. En el año 2019, en el segundo semestre logramos alcanzar alrededor de 150 en una población de 400 habitantes de los cuales 20% somos latinos.

Al iniciar esta etapa de COVID19 que la marcamos a partir del 11 de marzo debido a que el sistema de escuelas del condado decidió no continuar con clases presenciales debido a esta pandemia, nos vimos obligados a hacer una proyección aproximada de unos 150 nuevos pacientes que nos necesitarían hasta la semana de agosto del 2021. Llegamos a los 323 nuevos pacientes con un total de pacientes activos de 971. El año pasado en el mes de julio teníamos un total de 604 pacientes activos. ¡La necesidad es grande!

Como católica romana que nací y crecí, asistía a misa, pero para mí no era suficiente el solo asistir. Fui juzgada por no haberme casado dentro de la religión Católica Romana. Fui prácticamente expulsada porque se consideraba que estaba viviendo en adulterio.

Yo siempre buscaba una comunidad inclusiva y que nos acogiera y nos hiciera sentir bien los unos con los otros sin tener que juzgarnos. Es así como una amiga mía, S.L.B. me presentó en el año 2017 al Padre Daniel Vélez-Rivera de la Iglesia Episcopal San Gabriel en Leesburg, Virginia. Desde ese día me considero Episcopal y mis hijos también. Asistimos a misa todos los domingos (ahora virtual por las circunstancias) y dejé de asistir a la iglesia a la que iba anteriormente. Y esto ¿por qué? ¡Porque los hermanos Episcopales en la diversidad todos hacemos la diferencia!

Esta pandemia nos ha traído muchas lecciones para aprender y nos ha unido aún más. Mi fe ha crecido mucho porque puedo continuar haciendo el trabajo con las personas más necesitadas y también darles un espacio para poder crecer con las diferentes opciones de justicia social e igualdad que tenemos o que para las cuales somos instrumentos de guía en dichos espacios.


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